Por Forasteras @forasterastravel
Aterrizamos en Rapa Nui tras un vuelo de cinco horas desde Santiago de Chile. Esta isla, también conocida como Isla de Pascua, se ubica a más de 3.700 kilómetros del continente, en el corazón del Pacífico. Apenas descendimos en el aeropuerto internacional Mataveri, el más remoto del mundo, nos envolvió el clima subtropical, el aroma a flores y el sonido del mar. Así comenzaba nuestra inmersión en la Tapati Rapa Nui, la celebración más vibrante y significativa de la isla.
Durante dos semanas, la comunidad revive competencias ancestrales y expresiones culturales que honran su identidad. En ese contexto llegamos al Hotel Nayara Hanga Roa, nuestro refugio en la isla. Ubicado cerca de la capital, Hanga Roa, el hotel está inspirado en el centro ceremonial de Orongo, ligado a la legendaria competencia del Hombre Pájaro. Su arquitectura se integra de forma orgánica con la vegetación local y la brisa marina.
Instaladas en habitaciones espaciosas con vista al mar, comenzamos el recorrido sensorial con una cena en Poerava, el restaurante del hotel. Ceviches frescos, pescados grillados y sabores locales presentados sin artificios, acompañados por los tambores que comenzaban a sonar a lo lejos: la Tapati nos llamaba.
Las actividades incluyen desde confección de trajes típicos hasta el exigente Tau’a Rapa Nui, un triatlón ancestral que mezcla canoa, carrera con racimos de plátano y natación con flotadores de totora. Por las noches, el escenario principal de Hanga Vare Vare se llena de danzas, cantos e historias narradas en lengua rapanui. Entre las más emotivas está el Kai Kai, arte de trenzar hilos para contar leyendas, que conmueve por su belleza ancestral.
También hubo momentos de introspección, como el amanecer en el Ahu Tongariki, con sus 15 moáis alineados frente al mar. El silencio, la luz del alba y la historia del lugar restaurado tras el tsunami de 1960, nos conectaron con la esencia resiliente del pueblo rapanui.
En el mar, una excursión en lancha a los islotes Motu Nui, Motu Iti y Motu Kao Kao nos llevó a practicar snorkel entre peces de colores y corales. El Pacífico nos recibió con aguas cristalinas y una calma absoluta.
De vuelta en Nayara, nos entregamos al spa y a un atardecer en la piscina infinita. Visitamos la playa de Anakena, con sus moáis frente al mar y arena blanca, y exploramos la Cueva de los Plátanos, un rincón oculto entre acantilados volcánicos donde la historia y la naturaleza se funden en silencio.
El broche de oro fue el encuentro con Tami Rapu, ex reina de la Tapati y defensora de la cultura local. Nos habló del rol del hotel en la comunidad y de su sueño de una Rapa Nui donde tradición y modernidad convivan en equilibrio.
La despedida fue emotiva. La isla, su gente y su historia dejaron una huella imborrable. El Nayara Hanga Roa fue mucho más que un hospedaje: fue el marco perfecto para vivir la Tapati desde adentro, con respeto, asombro y gratitud.